La inseguridad se produce cuando las dudas razonables se convierten en los aspectos más sobresalientes de todos los componentes de la relación.
Conviene distinguir entre inseguridad (propia) y desconfianza (en la otra persona). Suelen darse ambas actitudes de forma conjunta y ambas se retroalimentan, socabando la relación y la autoestima si no se le pone solución.
La inseguridad tiene un factor de sesgo o de falta de objetividad, según el cual solo vemos lo que nos 'falta' y no lo que tenemos, o bien, no valoramos de manera objetiva y justa lo que tenemos, lo que somos. Esa visión sesgada, hace que perdamos la confianza en nuestros recursos y habilidades, centrándonos en nuestras deficiencias y torpezas. Nos sentimos evaluados, sentimos que no se nos puede querer por lo que somos. Creemos que cualquiera es mejor que nosotros.
La inseguridad es una gran enemiga de las relaciones de pareja y de las relaciones sexuales. Lejos de ayudarnos a paliar las deficiencias, contribuye a bloquearnos y deteriora la posibilidad de aprendizaje. Si tenemos dudas sobre nuestro papel en la relación o albergamos dudas sobre los sentimientos de la otra persona hacia nosotros o sentimos que no somos muy habilidosos en algo, lo mejor que podemos hacer es:
1) aceptarlo de una forma objetiva, sin exagerarlo;
2) ponerlo en relación con todas las habilidades y contenidos que SI tenemos;
3) hablarlo y poner soluciones.
La inseguridad genera estrés, inquietud, inestabilidad, miedo... Provoca que no disfrutemos de las relaciones en toda su extensión (estamos más pendientes de no cometer errores que de pasarlo bien: eso ya es un gran error pero no nos damos cuenta). Si no disfrutamos de las relaciones extensamete, es difícil que tengamos una respuesta erótica y sexual satisfactoria.
La inseguridad conviene tratarla para lograr un equilibrio entre lo que deseamos ser y lo que ya somos.
©Lola Salinas