"Vivimos juntos, a los dos nos gusta viajar, somos románticos y racionales y nos encantan las películas de amor y de temas sociales. Podemos pasarnos horas leyendo novela histórica y poesía y también nos gusta cuidar del jardín, dar grandes paseos y hablar de nuestros sentimientos. Nos entretenemos mucho juntos. Hay un amplio campo de comunicación, pero también nos gusta sentirnos cerca aunque no hablemos. Estamos enamorados, nos tenemos un gran cariño y confiamos mucho el uno en el otro. Disfrutamos amplia e intensamente en nuestras relaciones sexuales, exploramos muchos ámbitos de nuestro erotismo, nos entendemos muy bien y tenemos un grado muy elevado de satisfacción. Entre nosotros existe un gran sentimiento de lealtad. Sentimos mucho respeto por el otro y nos admiramos. Coincidimos en nuestra forma de pensar y plantearnos la vida, aunque tenemos distintos modos de manifestarnos. A él le gusta la cocina, yo prefiero hacerme cargo de la economía, hemos adoptado esos roles y son la parcela de responsabilidad de cada uno, aunque siempre compartimos las decisiones más importantes. Nos gusta hablar de nuestros respectivos trabajos, nos ayudamos mutuamente cuando tenemos dudas o surgen problemas. Tenemos buenos amigos que hemos incorporado a nuestra vida de pareja, y otros que hemos conocido juntos. Respetamos una parcela de intimidad para no sentirnos agobiados. No queremos tener hijos porque a ninguno nos atrae la idea, y pensamos que no estamos preparados para cambiar nuestra vida."
(Salinas, D., 2002)
Al leer esta descripción de una relación, es inevitable pensar que se trata de una pareja de amor, no pensamos en un par de amigos, ni en una relación familiar de padres-hijos o hermanos, tampoco pensamos en dos colegas de profesión. Hay ciertos elementos que nos dan la pista para pensar que se trata de dos personas que están unidas fundamentalmente por sus emociones y sentimientos.
Cuando se habla de pareja, generalmente hacemos referencia a la relación que mantienen un par de personas debido a sus emociones. Es decir, nos referimos a una relación con un proyecto afectivo común, con independencia del grado y la amplitud del compromiso, el modelo elegido para desarrollar la relación, o los distintos contenidos que se vayan sumando a lo largo de la misma.
Adquirir compromisos emocionales y personales con otra persona significa implicarse en su vida, en sus intereses, sus actividades, su entorno afectivo y su desarrollo personal. No significa firmar papeles. El compromiso es algo que se construye poco a poco sobre la base de la voluntad de implicarse en la vida de la otra persona. El compromiso no es una etiqueta, es una forma de hacer nuestros los intereses de la otra persona. Si el compromiso es libre y voluntario es sólido, si el compromiso está generado por las expectativas, las normas, las falsas creencias, etc. se vaciará de contenido a la menor contrariedad.
La pareja se construye día a día, no es algo con lo que nos encontramos por el mero hecho de enamorarnos de una persona.
Generalmente solemos comprometernos con aquello que nos identificamos o bien con aspectos que entendemos importantes para las personas que queremos, aunque no nos identifiquemos con ellos. De ahí que pueda diferir la amplitud y el grado de compromiso de una pareja, así como sus contenidos. Sin duda, cuantos más contenidos y mayor sea el compromiso, mayor solidez tendrá la relación.
La intimidad
Uno de los contenidos importantes de la pareja es la sexualidad. La sexualidad compartida puede tener lugar en la relación de pareja desde un primer momento debido a un atractivo mutuo inicial, o bien incorporarse después a medida que existe mayor comunicación y predisposición a compartir la intimidad del otro. De nuevo, el grado de implicación, de comunicación y la amplitud con la que se comparte la sexualidad varía mucho de unas parejas a otras.
Muchas veces las causas de la separación están motivadas por un mal entendimiento en el ámbito sexual, la insatisfacción y la vivencia limitada de nuestras necesidades. En estos casos hay que ver qué posibilidades tiene la pareja de mejorar su comunicación, su interacción y sus contenidos. Será conveniente evaluar las afinidades, la participación de una cultura sexual común. Es importante saber si esas dificultades o carencias se han dado siempre o son circunstanciales.
En estos casos no es conveniente dejar que pase el tiempo, pretendiendo que ya se solucionaran los temas, porque lo más probable es que se cronifiquen y, además, actúen muy negativamente en la vida de cada uno de los individuos que conforman la pareja, invadiendo otros ámbitos como son la actividad laboral, nuestra capacidad de disfrutar de los ratos de ocio, de compartir cariño, etc.
Es bien sabido que una sexualidad compartida amplía y enriquece la sexualidad del individuo si se dan las condiciones necesarias para ello, como son: una buena comunicación, una actitud positiva a explorar lo nuevo, una capacidad afectiva madura, una disposición activa a aprender juntos, etc. Pero también puede ser negativa si existen ciertas condiciones perjudiciales como pueden ser la inseguridad, la desconfianza, los celos, la falta de respeto por la intimidad del otro, un afán posesivo, el egoísmo, la ignorancia, unida a la falta de interés por ampliar o modificar ciertas creencias, etc.
Cuando la rutina forma parte de nuestra vida sexual, la inhibición del deseo es una reacción bastante habitual. En estos casos, cabe el peligro de que deseemos obtener el placer en lo nuevo, buscando un cambio de pareja. Sin embargo, la amplitud e intensidad del placer no es una sensación que vayamos a obtener con el cambio continuo de pareja. Probablemente lo que obtenemos con la variedad de parejas es satisfacer un determinado grado de placer de forma reiterada.
Actitudes
Dicho esto, sin embargo, conviene aclarar que si una pareja no nos va en el terreno sexual, el cambio puede proporcionarnos un tipo de placer que no obteníamos antes. Pero, en aquellos casos en los que se ha producido un cambio desde el comienzo de la relación, en la que sí obteníamos placer, hasta el momento actual en el que no obtenemos el placer deseado, seria conveniente que nos planteáramos si nuestra actitud hacia el placer es la adecuada. Es decir, si nuestra concepción de la sexualidad, de sus contenidos y de las formas de obtención del placer son lo suficientemente amplias y ricas como para extraer todo el provecho posible a la relación.
Es muy probable que una concepción y vivencia pobre, demasiado simple, de la sexualidad, del placer, de las sensaciones, de las posibilidades, etc., nos lleven a una rutinización casi mecánica de nuestra actividad sexual, con lo que al cabo del tiempo se convertirá en algo sin motivación, sin el factor de la curiosidad, de la exploración y de la excitación del juego cuando continúan presentes elementos de sorpresa y de aprendizaje.
En definitiva, son necesarias ciertas habilidades sociales par estar en condiciones de que una relación de pareja funcione correctamente. Estas habilidades las aprendemos en el transcurso de nuestra educación familiar, escolar, de amigos; de nuestras experiencias y de nuestra formación. Es normal que existan deficiencias en nuestra información y creencias, dado que no es extraño que hayamos padecido una educación incompleta, insatisfactoria o errónea. Estas deficiencias están presentes en nuestras habilidades sociales para relacionarnos con "el otro". Si no somos conscientes de ellas, probablemente caeremos siempre en el mismo tipo de errores o dificultades. Una vez que tomamos conciencia de qué falla en nuestro comportamiento, podemos desmontar las partes erróneas de nuestro aprendizaje y APRENDER de nuevo el modo adecuado.
En estos casos la consulta con un profesional nos puede ser de mucha ayuda, ya que nos va a facilitar que encontremos el enfoque adecuado y las pautas de sustitución de falsas creencias y modificación de actitudes erróneas, desarrollando o mejorando nuestras habilidades sociales.
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